Este carnaval tiene origen cimarrón ya que nace para conmemorar la rebelión de los esclavos y su huida a los montes. Se celebra al principio de la primavera, y Dagoberto Tejada lo define como una fiesta a la naturaleza. Su manifestación más importante tiene lugar en la comunidad de El Llano al atardecer del Jueves Santo. A modo de protección, se colocan en los patios impresionantes máscaras que sugieren zombis o bacás y que se denominan “máscaras del diablo”. Al día siguiente, con fuetes en la mano y vestidos de mujer, salen los personajes de los montes hasta llegar a las calles de Elías Piña. El sábado, al concluir las actividades, estas máscaras se llevan al monte, donde se queman. Las cenizas se esparcen por los sembrados, como parte simbólica de un culto a la fertilidad. En homenaje a la primavera, los tambores, los fotutos de bambú y los caracoles anuncian por la mañana el Viernes Santo con la presencia de un gagá teatralizado, que difiere de otras modalidades que se presentan en los bateyes del país.